jueves, octubre 11, 2007

Lujuria



Acariciando la cruel ternura del fuego. Te sumergiste con el desfile del fuego en tus ojos, en las vísceras de la noche maquinal. Deambulaste sigiloso entre torrentes de furia incontenible. Casi ni te viste ser, desbandado entre los misteriosos laberintos de la nada. Etéreo, te fugaste allá, donde sucumben los alrededores. Un millón de estrellas desbordan resplandecientes la negrura como un millón de antorchas quemando la oscura eternidad.

Vas caminando por esas brumosas sendas de las neuronas del olvido, en las que los recuerdos siempre son ajenos. Los sueños están cargados de misteriosos instintos de vida en la fascinación del relámpago. El tiempo desgarrado en la entraña de un segundo. El hábito de una nueva dimensión espontánea y fugaz crea esa deslumbrante ruptura con ese entramado de fronteras ilusorias que resultan de asfixiantes ataques de realidad, de cordura, de vida, de muerte, de sueños, de dinero, de prohibiciones, de libertades, de sexo, de oscuridad.

¿Cómo lidiás con todo ese arrollador poder retumbante como un trueno en tu cabeza?

Un par de pensamientos insurrectos no sirven de caldo de cultivo para una buena verdad. Una cortina de lucidez siempre oscurece las luces que te dejan entrever los límites de la libertad. Una potente pócima de verdades puede llegar en cualquier momento, y vas a pensar que, después de todo, no está nada mal sacar a bailar a una loca idea en un placer carnaval.

Contemplaste la unión del magma con el universo y pudiste comprender la delicada exaltación de las sensaciones en un espacio ardiente. Ya tarde, te cargaste de mil demonios relucientes, como mil antorchas quemando el pus de la eterna oscuridad.

Acariciando la cruel ternura del fuego. Te sumergiste con el desfile del fuego en tus ojos, en las vísceras de la noche maquinal...


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